top of page
Paloma Mozo - Las chicas del can can_Sobre mí.jpg

Sobre mí y las chicas del can can

Hola, soy Paloma Mozo, soy actriz y tengo un solo pecho. Tengo cincuenta y un años, estoy en plena menopausia, pasé por un cáncer de mama y una mastectomía, me arruiné con la pandemia, me separé y soy emigrante retornada. Menudo panorama, ¿verdad? Si estás pensando “pobrecita”, no te preocupes por mí, es solo que se me han juntado varios aprendizajes en el tiempo.

Soy un espíritu libre aprendiendo a disfrutar en la tercera dimensión y no obedezco a etiquetas pero os daré algunos datos. Nací en la sierra castellana, donde se crían caracteres duros y secos como la propia tierra, pero luego me llevaron a crecer a Madrid, donde confluyen todos los caracteres.  Me formé como actriz para canalizar mi necesidad de entender el mundo y de expresarme–si tienes curiosidad por los currículums puedes ojear mi web: https://www.palomamozo.com/sobre-mi -, y luego fui dando tumbos dentro de la profesión con mayor o menor éxito: he actuado, he dirigido, dado clases, he creado talleres terapéuticos, he escrito obras y alguna cosa más, siempre en un intento desesperado de “volver a casa”. Este blog creo que es otro pasito más en el camino de vuelta a casa, es mi proyecto más personal, con el que me siento más expuesta y vulnerable pero también más libre.

Con LAS CHICAS DEL CAN CAN quiero dar visibilidad a la mujer mastectomizada porque estamos escondidas. No hablo de la prensa o las redes, donde se ve alguna imagen,  sino del día a día, de la calle. No veo a nadie por la calle como yo, con un solo pecho o ninguno. En mi ignorancia, pensaba que debíamos ser poquísimas las mujeres que no nos hacíamos reconstrucción de pecho después de una mastectomía pero hace poco leí un artículo que decía que somos más del 70%, unas 12,000 mujeres por año, es decir un chingo, un montón, una barbaridad. ¿Y dónde están todas esas mujeres, que no se las ve por la calle? Escondidas, escondidas detrás de un sujetador con prótesis para que no se note su condición física. Yo he estado dos años escondida hasta que me di cuenta de que ese “esconderme” estaba afectando negativamente a mi vida personal y profesional. Necesitaba aceptar delante de los demás que, entre otras muchas cosas, yo soy esto: una mujer que ha tenido cáncer de mama, que ha pasado por una mastectomía y que tiene un solo pecho. No puedo seguir con mi vida escondiéndolo, no quiero.

Es cierto que, gracias a la labor de muchas mujeres, la sociedad está empezando a hacer visible a la mujer mastectomizada, pero nos está otorgando dos papeles con los que yo no me identifico: el papel de víctima –yo soy dueña de mis decisiones y de mis acciones, por tanto no soy víctima de nada-; y el papel de luchadora, guerrera, vencedora del cáncer, una heroína pero totalmente asexuada –y con eso me identifico todavía menos porque mi sexualidad no se ha ido con mi pecho, ni con mi edad, ni con la menopausia, pero esos son otros caballos de batalla.

De hecho, voy a ser totalmente sincera y voy a contar de dónde nació esta necesidad de naturalizar que tengo un solo pecho. Como ya he dicho, estoy separada, y en ese momento llevaba nueve meses separada, nueve meses sin tener relaciones sexuales, demasiado, entendámonos, para mí es salud. Decidí romper esa maldición y un día salí con unas amigas con la clara intención de ligar. Llevaba un vestido ajustado muy bonito, con los pechos marcados, digo pechos porque llevaba la prótesis. Se nos acercaron unos argentinos guapísimos -a mí me encantan los argentinos, tengo varios ex argentinos-, y uno de ellos fue directo a por mí. Yo, a pesar de tener la misma intención que él,  me arrugué. Me imaginé teniendo que romper la seducción para explicarle que tenía un solo pecho y arriesgarme a que pusiera caras, que no le gustara, incluso que dijera que no. Y no, no fui capaz, me fui a casa. Entonces pensé que no podía arruinar mi vida sexual por eso, que tenía que hacer algo para poder ligar. Decidí empezar a salir sin prótesis y con ropa que evidencie que tengo un solo pecho, así el hombre que se acerque a mí con intención, ya sabe lo que hay, lo que le espera. 

Otra de las muchas etiquetas con las que no me identifico y que contribuyen a que queramos escondernos y no podamos ser mujeres plenas es la de “enferma crónica”. ¿Qué es eso? ¿Alguien me puede explicar qué es eso? ¿El hecho de haber tenido un cáncer de mama que en cualquier momento puede volver a aparecer me convierte en una enferma crónica? Pero entonces todos somos enfermos crónicos porque todos podemos desarrollar en cualquier momento un cáncer o cualquier otra enfermedad. Nacemos para morir, nacemos con una cuenta atrás. ¿Entonces somos todos enfermos crónicos? Alguien me podría decir que la diferencia es que yo tengo más probabilidades de desarrollar un cáncer que cualquier otra persona. ¿En serio? ¿Creéis que el ser humano responde a estadísticas? La estadística no es más que un vano intento de controlar la vida. Si nos guiamos por estadísticas es la estadística la que nos controla a nosotros. Si pienso que tengo un 90%  de probabilidades de desarrollar un cáncer, ¡ya estoy jodida! Por qué no guiarme mejor por la idea de que estoy sana, no sé durante cuánto tiempo –ni yo ni nadie- pero ahora mismo estoy sana. Deberíamos dejar de intentar controlar la vida y meternos de lleno a vivirla.

Desde que me operaron he estado obsesionada con hacer una sesión de bodypainting conmigo de modelo, grabarla, hacer fotos y subirlas a mis redes. Hay una parte de exhibicionismo, no lo niego, pero sobre todo es que tenía la sensación de que sería un bello y contundente ritual de paso hacia una etapa de aceptación de mi pecho, como efectivamente ha sido. Podéis ver las fotos y el making off de la sesión aquí.

Profesionalmente he mantenido oculta mi condición por miedo a cómo me podía afectar –soy actriz- hasta que una amiga me hizo ver que mi cicatriz podía multiplicar su valor si hacía algo útil y creativo con ella, si la convertía en arte, de la misma manera que la técnica japonesa llamada kintsugi multiplica el valor de una cerámica rota uniendo los pedazos con vetas de oro. Es el valor de la resiliencia. En el siguiente enlace podéis ver el resultado creativo de esa idea.

Enlace del video kintsugi.

Todos estamos rotos, lo que marca la diferencia es lo que hacemos con nuestros pedazos. No quieras pasar por encima del dolor porque te pisará él a ti. Dale su espacio, crea algo bello con él, transfórmalo en algo valioso para ti y para los demás. Escondiéndote no ayudas a nadie, en cambio compartiendo tus experiencias y aprendizajes te conviertes en apoyo para quienes están transitando el dolor.

Por eso te invito a compartir tu experiencia. Si has pasado o estás pasando por un cáncer de mama o si has acompañado a alguna persona en ese proceso, contáctame para hablar de ello. Tu experiencia puede servirle a muchas personas. Si quieres participar como modelo en una de las sesiones de bodypainting, o en algún video artístico, también eres bienvenida.

Ayúdame en mi labor de visibilización registrándote en el blog, compartiendo las publicaciones, dando tus opiniones y contando tus experiencias. Este es un blog creado para naturalizar la presencia y la imagen de mujeres mastectomizadas en la sociedad a través de la narración de los retos personales a los que nos enfrentamos cada día, de entrevistas, performances e intervenciones artísticas.

Las chicas del can can somos todas.

Nuestro trabajo

Ponte en contacto para que podamos empezar a trabajar juntos.

  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn
  • Instagram
¡Gracias por tu mensaje!
bottom of page